Hay cosas que es imposible apartar de nuestra piel, que mantienen en pie la factoría de sueños que guardamos bajo ella. Cosas que nos impregnan de un olor desconocido, parecido al de la vuelta a casa después de una gran batalla, olor a "ya estás a salvo", olor a "nunca más". Nunca más, qué, nunca más el cielo, nunca más la calma, nunca más la felicidad. Nunca más. Nunca más amar, nunca más dormir una noche sin sobresaltos, nunca más tú, nunca más tu piel, nunca más tus ojos, tu pelo, tus labios. Nunca más las veces en las que fuimos niños de nuevo, nunca más la inocencia, maldita. Nunca más los colores, nunca más la vida.
Ahora la furia, el odio, la libertad a las bestias que amenazan con acabar comiéndose las esperanzas, ahora las ruinas de la ciudad. Las ruinas de nuestros principios. Ahora lo básico, el instinto animal, ahora nuestra supervivencia. Ahora dejar de pensar en aquellos que nos hicieron polvo, aquellos que machacaron al polvo.
Ahora la velocidad, la carrera en contra de nuestro reloj biológico. Ahora las palabras grises, las caricias blancas, ahora el mar. El mar ahogándonos, llenando nuestros pulmones, ardiendo dentro de nosotros, el mar siendo yo. El océano en tus ojos. Ahora las letras que se traban en los dedos, la tinta que impregna las páginas, que las vuelve débiles. Ahora el universo, a nuestro alcance, a un mordisco de distancia, sólo una dentellada. Ahora los años más cortos, los días más largos, las agujas del reloj paradas. Ahora el tiempo, que a veces pasa y otras se queda para contemplar la posible agonía, ahora las sonrisas robadas.
Pero libres, ahora libres. Libres para destrozarnos a nosotros mismos, para caer una vez más, golpear, sangrar.
me gusta tu manera de narrar, muchas veces me he dicho «nunca más» y a veces he creído caer de nuevo en ello, pero no, me parece una frase con muchísima fuerza y que te hace consciente de la situación en la que estás.
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