El espacio se ha arrugado de repente, las nubes se han callado, el agua
ha detenido su descenso, la gente ya no se mueve. Todo esto durante la
fracción de segundo en la que tus ojos descansaron a orillas de mis días
grises, en estas manos que sostienen a duras penas el bolígrafo, que se cierran
y crujen.
Bum. Bum-bum.
Tu nombre pesa en este recuerdo,
tus pestañas mal dibujadas en la página delante de mí. Zenda. ¿Piensas en el día en que nos conocimos?
Aquí esta ese mechón rebelde que
apartaste de tu cara con los dedos, ese tamborileo, nervioso y sincero que
llevó tus manos a un frenético ‘mírame,
pero no te acerques. Estoy aquí, pero pronto me iré.’ Pronto te irás, y
seré yo el náufrago que navegue en tu piel, sin rumbo, sin descanso posible.
Pienso en la sal de tu palidez, en mis manos recorriendo de lado a lado tu cadera.
Durante este tiempo y desde ese
momento, he sido tu mirada bajando perezosa por mi rostro, por mis labios. He
sido todas las vidas que lleva impresas tu nombre. Te estoy echando de menos
con cada gota de sangre, con cada respiración que me mantiene con vida.
Zenda.
B-um. Bum-bum.

No puedo, Trece, definitivamente no puedo con estos dos.
ResponderEliminarNO PUEDO.
♥