6.7.15

Una mattina.

El prólogo de esta historia son las risas, las risas y el arrepentimiento. Las risas, el arrepentimiento y el odio hacia uno mismo. En concreto es tu odio, tu propio ácido, vertido sobre tu piel, sobre tus órganos. Vertido por ti. 

No todo tiene que ver con tu cuerpo, pues crees que hay cenizas en las esquinas y sombras en las paredes. No todo tiene que ver con tu cuerpo, pero te encoges cuando mi mano pasa por las marcas de tu vientre. No todo tiene que ver con tus rodillas pero sé que adoptas cualquier postura que me impida ver lo que tú crees que está torcido. Lo que tú crees que no es digno. 

Claro que, ahogada por el miedo a enseñarme tu risa y el hueco de tus dientes, no te das cuenta de que todo esto pasa, no inadvertido, pero sí casi invisible, ante mis ojos. Que donde tú ves errores yo veo la gracia de tus imperfecciones. Bueno, de tu humanidad. 

Quería escribir sobre las últimas horas ahora que ya no estás, ahora que hay un solo de piano en mis oídos y tu olor aún reposa en mi camisa. 

Quería escribir que no hay mayor ternura que mi mano recorriendo suavemente tu costado izquierdo; pintando flores en la redondez de tu pecho y saber que la piel de tu espalda se eleva y baila, que tus alas mecen tus gemidos y mi respiración irregular. 
Quería hablarte del mar que se encuentra a la altura de tus costillas, de tu gesto de niña cuando mis dedos crean mapas en la línea de tu cadera. 

Quería hablarte del cielo encapotado que cubre mis días y de cómo la lluvia limpia y desinfecta cuando traes tú las tormentas. Que tu risa, tu gemido, tu grito y tus enfados, son las leyes que me he saltado durante toda mi vida, que la condena es tu color triste y tu ausencia en estas estúpidas noches en vela. 

Al final no he escrito nada porque esto son solo pensamientos fugaces; se escurren como el agua entre los dedos y apenas logro alcanzarlos y sentirlos en mi mente. Pero sobretodo quería que supieras que no existe la perfección porque habría que definirla, y a ti es imposible definirte del todo. 

4 comentarios :

  1. Madre mía, Trece. Qué repelús le tengo yo a cualquier relación humana entre la que haya un ápice de amor, y qué bonito lo pones tú que me llenas las manos de ganas de tener frente a mí a alguien que sepa verme así.

    Qué bonito es el amor cuando late bien.

    Un abrazo con color del sol,
    S.

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  2. Madre mía. Me quedo sin palabras. Puede que lleve demasiado tiempo alejada del mundo bloggero, pero volver y leer cosas así es como un regalo de quien quiera que maneje los hilos. Es una maravilla leer cosas así, y demostrar que la buena literatura no está sólo en los libros. (Aunque hoy día, la buena literatura de los libros es cuestionable).

    Espero no demorarme demasiado en mi próxima visita a este pequeño rincón.

    Yaiza.

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  3. Entre tanta lluvia que limpia la tristeza y el adiós a algo que se quiso, a alguien que se ha amado, me he puesto tristona y me encantan estas historias y que consigas hacerme sentir así.
    Hacía bastante que no te leía y me gustas mucho, tú, tu escritura, tu forma de hacernos ver tu realidad, sus manos, su adiós, su amor. Las despedidas.

    abrazo de W.

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  4. qué bonito ha sido leerte, me ha encantado esa belleza que transmites en palabras, lo complejo y sencillo que puede ser un cuerpo al mismo tiempo. ojalá muchas personas vieran así los cuerpos, sería precioso.

    (saludos)

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