21.6.17

Deep end

Como las rosas con el rocío de la madrugada o los cuervos danzando en los cementerios, como la sangre bullendo caliente en tu vientre, en cada órgano, como la explosión de un llanto o la combustión de un orgasmo. He visto cadáveres hermosos, como aquel que está siendo devorado por gatos salvajes; gatos esqueléticos, hambrientos, con los ojos muy abiertos y cada costilla punzando el aire frío de enero. No recuerdo el sabor del alma pero debe ser algo así como desnudarse bajo la luna y que te bañe su luz, ya sabes, ese olor a noche y naturaleza muerta. O el sonido de un riachuelo agonizante y con el agua violeta de toda la tristeza de un pueblo olvidado. El aullido de un lobo solitario perdido y renegado; de un lobo de pelaje negro y ojos amarillos, que no busca más que la bola de la bruja, el graznido del Cuervo, la sombra de un ciprés. No entiendo ya mis pensamientos y no sé hablaros del cadáver carcomido ni del esmalte medio destrozado de sus uñas. 

La muerte, ególatra, solo sabe hablar de sí misma. 

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