Como las rosas con el rocío de la madrugada o los cuervos danzando en los cementerios, como la sangre bullendo caliente en tu vientre, en cada órgano, como la explosión de un llanto o la combustión de un orgasmo. He visto cadáveres hermosos, como aquel que está siendo devorado por gatos salvajes; gatos esqueléticos, hambrientos, con los ojos muy abiertos y cada costilla punzando el aire frío de enero. No recuerdo el sabor del alma pero debe ser algo así como desnudarse bajo la luna y que te bañe su luz, ya sabes, ese olor a noche y naturaleza muerta. O el sonido de un riachuelo agonizante y con el agua violeta de toda la tristeza de un pueblo olvidado. El aullido de un lobo solitario perdido y renegado; de un lobo de pelaje negro y ojos amarillos, que no busca más que la bola de la bruja, el graznido del Cuervo, la sombra de un ciprés. No entiendo ya mis pensamientos y no sé hablaros del cadáver carcomido ni del esmalte medio destrozado de sus uñas.
La muerte, ególatra, solo sabe hablar de sí misma.

Dios, me encanta. No podría adorar más cómo escribes.
ResponderEliminarMe gusto. Saludos
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