18.11.17

23:48

Intento romper el hilo transparente que cierra mis labios, pero no hago más que arañarlo con lo que antes eran mis dientes, ahora sombras de marfil en el vacío. Oigo el eco del silencio resonando en mi cráneo, el eco de mis latidos, que por inercia mantienen este cuerpo en movimiento, mantienen este cuerpo sobre el eje de la Tierra, siguiendo el compás incesante del planeta; invierno, primavera, verano, otoño... Una, y otra, y otra vez. Las hojas crujen y de repente una gota de sudor recorre el centro de mi espalda.

Siempre hay un cielo encapotado, siempre preñado de agua, a punto de romperse, de empapar las calles vacías y el capó de los coches. Pero nunca termina de desatarse
la tormenta.
La sequía termina con mi garganta, agrieta la piel y hace que los ojos crujan, no es tan bonito como el sonido de las hojas al pisarlas; ni tanto como el canto de los pájaros en el frío de noviembre.
Está lejos de ser un sueño, estoy lejos de sentir algo más que este vacío. Lejos de romperme, llover y sanar mis raíces. 


No hay comentarios :

Publicar un comentario