4.12.17

El sinsentido de siempre.

Contenerse las ganas de salir huyendo, de abandonar un cuerpo y un otoño interminables, una angustia inexistente, que ocupa la mitad del aire que respiras. No arrepentirse de ser, de posar los ojos en otros, de querer unas manos en cada recoveco, en cada esquina. Una lengua húmeda que despiste todos mis temores durante unas horas. Una boca insaciable que muerda y dañe, que amorate la piel blanca, la piel inerte. 
Qué ingenua la sangre; agolpándose en lo alto de las mejillas, recorriendo, desde la izquierda de tu pecho, punto a punto cardinal del desastre en el que te has convertido. Brújula rota, extrangulada. Letras caducadas. 

El valor y el sentido de un minuto perdido en el tiempo, sostenido entre mis ganas de y mis ansias de. La yema de los dedos ansiando un calor ajeno, un brillo en los labios, una gota de líquido carmesí colgando de tus labios. Un beso robado, arrancado. El sexo vacío de quien no quiere sentir más, el orgasmo de un corazón que intenta recuperar sus latidos. 

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