27.6.18

Siren.

Seguramente no me creas jamás tras leer esto, quedará grabado en tu memoria como una vieja historia de fantasmas o una anécdota más de una vagabunda de la vida y de las calles. 
Ayer se cernió sobre mí una figura de mujer, pero con alas y con colmillos e inclusó pude adivinar una cola de sirena, lo sé, sé que es una locura y por ello lo escribo. Recuerdo cada paso que di en el día; comprar fruta, contactar con el camello, las dos botellas de ron malo que dejé en la pequeña mesa al lado del sofá. La mirada perdida de los transeúntes y la curiosa de aquellos que se fijaban en la chica de la sudadera gris. No suelo quitarme la capucha en público, eso ya lo sabes, ya sabes por qué también. 
Tal vez algún día deba escribir también de estas cosas; de mi pelo y del tacto de mis manos, del esmalte descuidado, las heridas de los dedos, los huesos de las muñecas... para cuando todo ello escape de mi cabeza como el humo del cigarro que me estoy fumando ahora mismo... para cuando todo ello no sea más que un recuerdo del mundo, una fracción de segundo en el universo, no sé, por si la vecina descubre un cuerpo vivo pero vacío, o la policía un cuerpo delgado y a medio cicatrizar. 
Ya, sé que mis paranoias nunca te han gustado, que qué peliculera, que qué drama. Y llamabas tú al camello, es que el tuyo te da algo que no sé, tía, parece que te atonta. 

Ayer, después de comer manzanas y beber ron me fui a la cama. La figura apareció después, yo aún estaba despierta, mareada, con el sabor ácido todavía en la boca. Ella cruzó en un suspiro el espacio que le separaba de mí, me agarró de las muñecas y pude sentir su aliento en el hueco de mi cuello, debajo de la barbilla, justo entre las clavículas. Es tan exacto que aún hoy me estremezco y me llevo la mano a esa zona. Solo hizo eso, olerme, o quizá, no sé, ¿Meterse en mi cabeza? ¿Bucear en mi sangre? 

Te juro por tu madre que he cambiado de camello, que aquello tenía cola de sirena, que no me invento las alas, o puede que sí, puede que simplemente me cegara la oscuridad que emanaba de aquella criatura. ¿Que cómo sé lo de los colmillos? Algo me rozó y no era húmedo. No era como tu lengua acariciando mi sexo o mi labio inferior, no eras tú mordiéndome el lóbulo, era otra cosa. Te juro por tu madre que aquello eran colmillos. 


Vas a odiar que mente a tu madre, lo haría con la mía, pero me parece mal jurar sobre una persona a la que odio tanto, ¿Qué valor tendría? ¿Qué valor tiene para un ateo jurar sobre Dios o sobre la Virgen? Son palabras vacías, vanas. 

Hoy es el agua quien me acaricia, quien me asfixia. A estas alturas pensarás que estoy flipando otra vez, me es indiferente, francamente. Es un tacto suave y fresco y creo que por eso he decidido rendirme a la falta de oxígeno y simplemente fundirme con ella. Dejo que me abrace y me bese y esto sí es húmedo. Y mientras no dejo de pensar en ella, ¿Cuándo volverá la sirena de fuego? Y bebo ron y marco el número del camello, no quiero quedarme sin munición antes de caer desmayada por la falta de oxígeno, ¿Qué haría si no, al despertar? 

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