Cora no es como las otras.
Me habían hablado de las brujas,
como a todos los niños; que eran viejas que volaban en escoba y mataban a sus
gatos para utilizar sus cráneos en los rituales. Que veían el futuro en los
ojos de los cuervos y comían niños una vez al año.
Y eso pensé cuando la conocí; Cora no es como las otras.
No es como sus hermanas de almas caducas
y espíritu de libro viejo, no tiene ese olor ácido ni su risa suena como la
ropa al rasgarse. Su magia es de otra
luna, solemos decir. Tu magia es de
otra luna, de una que se desliza alrededor de Júpiter, de un satélite extraño,
de color violeta.
Cuando abre la boca para hablarme
desde el otro lado de la cama, por el rabillo del ojo puedo ver cómo se mueven
sus labios; esa fruta prohibida, jugosa, dulce, rosada, susurra conjuros a
deshora que erizan mis pezones y humedecen mi sexo.
Cora fue la primera mujer a la
que amé, la primera después de mí, después de ella me quiero aún más. He acariciado polvo de meteorito. Porque
cuando se revuelve entre mis piernas su piel brilla como el nácar y su pelo, en
punta, roza mis muslos y yo muero un poco más.
No es como si alguna vez hubieras estado viva, dice. Y se echa a
reír.
Tú me trajiste de la tumba.
Solía contarles a los
desconocidos que mi muerte había sido prematura y estúpida, que se había
quedado mi vida anclada en la parte trasera de un tren que nunca jamás volvió a
la misma estación.
Pero llegó ella y acaricié sus
alas, me meció en su fuego y joder con el hielo.
Cora no es como las otras.
Cuando llega la hora de las
brujas sale a la terraza y aúlla y no me importa que los vecinos le miren los
pechos desde el balcón de enfrente, pero sí me enfada que ese aullido penetre
otros oídos y endulce sus mentes. No quiero ese sonido en otros sueños, en
otras fantasías, en otro orgasmo.
Me consuelo pensando que a las
doce y un minuto cierra la puerta tras de sí y me tumba en la cama, fantasma y
leyenda, y llegamos al éxtasis con una magia antigua como el viento.
Ella nunca termina los hechizos, por si acaso salen mal y me toca huir de la
ciudad en mi escoba. Acostumbro a pensar que eso significa que todavía no
se irá, que la fugacidad de su existencia dura una eternidad mundana, que ha
venido a perdonar todos mis errores a base de caricias y risas sarcásticas.
Aquí mi participación en la antología de mi querida While, que ha preparado con mucho amor y magia y que merece que le echéis un vistazo.

Cierto, las brujas viejas y sucias están caducas, mejor Cora, al menos en tu descripción resulta sumamente interesante.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Bua, no había tenido tiempo de leer la antología despacio (sólo un par de ellos por encima) pero la verdad es que este me ha calado. Es una historia delicada, esa sería la palabra, delicada como cuando le acariciaba el vientre sabiendo que podríamos habernos regalado a alguien con sus ojos, con mis rizos, pero no.
ResponderEliminarQué precioso, de verdad, me encantó. ♥
(supongo que haberlo leído hoy me pone más tonta que de costumbre. yo y las fechas. las flechas y yo.)