1.11.18

Samhain.


De noche las hojas mojadas parecen sapos entre en el césped. El suelo está húmedo a causa de la lluvia, no es lo único húmedo.
Estoy desnuda y fría y pese al odio por mi cuerpo en mi mente tus manos acarician cada recoveco de mi anatomía. Tu voz penetra en mis sentidos, de repente sorda y ciega y contigo nublando mi cielo nocturno.
Hay unas manos fugadas entre mis piernas, un sexo indefinido y hermoso frente a mí, tu imagen fructua entre cuerpo de hombre y de mujer y de ente y de animal salvaje e indómito al que amo.
Y amo y no es posesión sino sed. La boca seca a causa del alcohol y de mis ganas de ti. Tu piel y tus gemidos y tus pesadillas. Tu tráquea pidiéndome a gritos que clave los colmillos en ella. La sangre que bulle y que excita y pide sexo y dolor. Y quiero dárselo y dártelo y dármelo y reír. A carcajadas y a gritos, borracha y tambaleante. Tiemblo, y no es de miedo. Bueno, quizá un poco sí. Tiemblo porque tu lengua me llama en otro idioma, reservado a mi alma y a tu saliva. Tiemblo porque nunca estás lo suficientemente cerca pero siempre estás extremadamente lejos. No sé. Se entrecierran mis ojos y me duele la cabeza. Y pienso en cráneos y clavículas y en el color de tus venas. Ven pronto. Déjate morder y comer y tragar. Déjate fundir con el hielo que recurre las paredes de mis venas. Y te quiero, te quiero libre, muerto, vivo, sonriendo y llorando. Quiero tus pesadillas y tus deseos más fervientes y escondidos. Es tu sangre la que llama a mi epidermis, tu sangre la que ahuyenta mis gritos. Tu sangre la única culpable de cada gemido. Y te quiero, te quiero infinitamente e insaciablemente. Te quiero como al oasis del desierto y como a la hoguera en los bosques; a escondidas y con toda la fuerza de mis entrañas.


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