11.9.19

Rose

Cuando miro por la ventana siento que es un ritual: está lloviendo o el Sol ilumina las fachadas de los edificios, a veces, es de noche, y vislumbro alguna estrella. «no es como en casa», siempre el mismo pensamiento acude a mi mente.
Deslizo a mirada a la vía, el asfalto se ríe de nosotros; pasos acelerados que van y vienen, algunos acuden a unos brazos, otros a lavarse las heridas, otros acaban de doler una despedida. 

Es curioso, la facilidad para olvidar un nombre, unos recuerdos, un amasijo de minutos felices; las sonrisas escondidas, la felicidad amarrada al pecho y el temblor en la punta de los dedos. Qué fácil acariciar las espinas de la flor olvidando que la rosa es mucho más, que te observa y espera, con el rocío haciendo brillar sus pétalos, anhelante, tu caricia. Qué fácil parece arrancar el tallo y al mismo tiempo una piel, una mirada, una promesa

Y de nada sirve el tacto, la complicidad, la confianza.
Cuando camino por la calle observo atenta mis pies, están
dejándo(nos) en el camino; uno detrás del otro, de repente bailarina callejera.
Mi loba se ríe de mí, es solitaria y no le he permitido mostrar los dientes esta vez, no he hecho caso a su instinto, a ese segundo latido que siento a veces, ese latido salvaje y feroz. 
Ya no hay besos bajo la lluvia, risas robadas, una voz cálida como la chimenea en enero; nadie corriendo bajo unos asperersores. Solo una colección de nombres... Y tactos... Y unos labios. Y millones de ojalá 
Cuando me aparto de la ventana no miro los espejos, no miro unos ojos que ya no están. Pasa todo inadvertido para mi persona. Algo ha hecho click y no sé dónde hallar el botón de encendido. 

Qué curioso, ¿no? Ser siempre tallo, paso rápido y nunca, nunca, asfalto. 

1 comentario :