4.4.20

Deshielo.

Dijiste "no me quieres", con toda la convicción del presidiario que sabe que morirá entre rejas. No fui capaz de discutir tu sentencia, de quitarte tu verdad; pero no tenías razón. 

En mi desastre caben el resto de desastres que se cruzan en mi camino, este corazón es carbón y un abismo infinito. Aquí están tus extravagancias y la risa que salió de tu boca una de las últimas veces que nos vimos. 

Ahora he conocido a un zorro en las lindes de mi bosque, intento atraerlo a la negrura, a que presencie los bailes de las brujas y escuche a la manada aullarle a la luna con el aliento rompiendo el frío. Pero el zorro está escarmentado y es escurridizo, a él también le quiero, ¿sabes? Tan rápido como el ciervo que cruza la carretera esquivando los coches a más de cien por hora. Le quiero a mi manera, que puede no ser perfecta, pero es real. Sé que él entra en mi infinito pero yo para él solo seré un instante, aún así, aquí le cobijo, ante la lumbre. 

Claro que te quiero, no me olvido de mis gatos, de los gatos salvajes que me arañan en la oscuridad, no me olvido de las cosas que me han hecho feliz. No eres uno más, porque ninguno de los animales de este bosque es igual que otro. 

Como siempre, te quiero. Pero a mí, no. Si no, dime qué hago detrás de un zorro que se ríe sabiendo que duermo desnuda y sola entre los árboles. 

Ya he roto este silencio, ahora mis pequeños demonios buscarán cobijo entre las hojas y los troncos caídos. 

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