20.8.20

Solo que no sé...


 Huele a tabaco y a vicio.


Pero no sé exactamente a qué huele el vicio en una estancia gobernada por la ausencia. Quizá al recuerdo de unas manos ásperas acariciando la piel tímida, la piel azul. Quizá el vicio no es más que la mirada del animal, que observa la sangre manando de la herida, cubriendo poco a poco sus extremidades, enfriándose sobre su pelaje. 


Huele a despedida y a vicio. 

Me enamoré de sus palabras. 

Me enamoré de la luna. 

Y un aullido corrompió al siguiente y esta es la cárcel en la que me encerraron. 


Huele a tu cuello. 

A esa fragancia suave y peligrosa, a la fuerza de una supernova, a la energía reinante en un sistema planetario a punto de ser creado, a la colisión y muerte de dos estrellas. 

Huele a huida. 

Hueles, en realidad, el aleteo de las polillas que guardan la buhardilla donde has escondido todos tus secretos, tus anhelos, tus historias muertas e hijos sin nombre. 

Huele al sonido de un latido dolorido y cansado. 


Solo que no sé cómo, yo solo estoy bailando entre latas de cerveza y miradas perdidas. 

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