24.4.21

Navras.


Como si la luna fuera una sirena agonizante esta noche. Las ramas me ahogan, pero recuerdo cada vórtice, cada esquina y ángulo de tu cuello; respiro por tu t5ráquea. Ese beso me da oxígeno, este silencio me lo quita. El grito llegará. 

He sangrado y he reído y la sensación después es la misma; paz. Y no es por el río rojo ni por la carcajada vacía, no es por el sonido del trueno ni el fulgor del rayo, no es por la loba hambrienta que habita en el espejo, escondida, agazapada, asustada. 

Es por este latir salvaje antes de la muerte, es por el corazón buscando vida en la calle vacía, en el bosque umbrío, mientras la rama sigue apretando, sin cesar. La luna canta y nos atrae, marineros mecidos por el ron y las despedidas acumuladas en cada puerto. 

He querido y he sangrado y la sensación al final siempre es la misma; duele. Duele porque la herida es la que sangra y la herida es la que ama y es lacerante y violácea. He querido y quiero. Y querré, aunque me arrulle una luna salvaje, una sirena perdida en el océano, satisfecha tras el beso mortal al marinero. 

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